martes, 24 de mayo de 2011

 Es fácil recordar cuando las cosas aún no eran de este modo, pero no sirve de nada. Te resultaba difícil decir lo que sentías, y sentir lo que decías. Arrepentirte de los noviembres soleados, y los eneros con exceso de equipaje. Pensar en nosotros, y en los nosotros que quedaron en otros países. Miraste las fotografías, y nos reconociste en cuerpos ajenos. Ajenos y extraños. Pensaste que tu vida era peor que cualquier escalera mecánica, sin pensar que la mía era peor que cualquier estación de autobuses llena de despedidas. En verdad, de aquellas noches de invierno sólo recuerdo las gaviotas llorando, y las canciones que escuchábamos al volver a casa antes de morirnos de frío.  Y no sé si eso es malo o es peor.  

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